When we talk about the historiography that emerged during the 1910 Revolution and the three decades that followed, we almost always do so about texts whose central theme is immediate history, that is, the political, military, social, and cultural events produced by the instability generated in recent years. years of the Porfiriato, the civil war from 1910 to 1917 and the consolidation of the new post-revolutionary Mexican State. As part of the consolidation of the post-revolutionary Mexican State, the justification and historical legitimation was a determining factor, for this reason historians such as Alfonso Teja Zabre and Alfonso Toro dedicated their efforts and were favored by the sponsorship of the State to generate a historiography with which they would be educated Mexicans and through which love for the homeland would be fostered. The same happened with the Mexican Catholic Church, strongly rooted in Mexican society, but which sees its illusions of recovering the political and economic influence that it held during the colonial period and the first half of the 19th century vanish, first by the Constitution of 1857 and definitively by that of 1917. Mexican Catholics, however, sought to be included in the new political conformation by creating political parties and contending in the councils and local governments, for which the historical legitimacy to which Francisco Banegas contributed was a good support.
Cuando hablamos sobre la historiografía surgida durante la Revolución de 1910 y las tres décadas posteriores casi siempre lo hacemos sobre textos cuyo tema central es la historia inmediata, es decir, los sucesos políticos, militares, sociales y culturales producidos por la inestabilidad generada durante los últimos años del porfiriato, la guerra civil de 1910 a 1917 y la consolidación del nuevo Estado mexicano posrevolucionario. Como parte de la consolidación del Estado mexicano posrevolucionario, la justificación y legitimación histórica era un factor determinante, por ello historiadores como Alfonso Teja Zabre y Alfonso Toro dedicaron sus esfuerzos y se vieron favorecidos por el patrocinio del Estado para generar una historiografía con la que serían educados los mexicanos y por medio de la cual se fomentaría el amor a la patria. Lo mismo sucedió con la Iglesia católica mexicana, fuertemente arraigada en la sociedad mexicana, pero que ve desvanecidas sus ilusiones de recuperar la influencia política y económica que ostentó durante el periodo colonial y primera mitad del siglo XIX, primero por la Constitución de 1857 y definitivamente por la de 1917. Los católicos mexicanos sin embargo, pretendieron ser incluidos en la nueva conformación política creando partidos políticos y contendiendo en las diputaciones y gobiernos locales, para lo cual era un buen sustento la legitimidad histórica a la que contribuyó Francisco Banegas.
