The historiography of the last decades has shown us that the Independence of Mexico was a very complex historical process, in which many factors intervened. As François Xavier Guerra has put it, the Independence of Mexico -and in general of Hispanic America- presented at least three major dimensions: the first supposes Independence as the search for a new political statute, where Spanish America leaves to depend politically on the metropolis. The second dimension refers to the independence process as a revolutionary era, of political and cultural revolution, where liberal constitutionalism triumphed throughout the Hispanic world with the birth of popular sovereignty as a principle of legitimacy. The revolutionary character of these changes was evident in all the actors of the time, both for their supporters and for their adversaries. One last dimension points to Independence as a vast social upheaval that sets in motion a multitude of social and political actors, with a breadth and simultaneity without equivalent in other historical periods. Part of this dimension are the social movements, such as those of Hidalgo and Morelos in New Spain and others in present-day Latin America, in which various ethnic, Creole and peninsular groups are involved. War becomes an endemic social phenomenon and new social actors appear (armies, guerrillas, montoneros and armed bands of all kinds) and with them military chiefs and caudillos, and whose weight as political actors will be ever greater, because, as Guerra comments: "The war will also be a powerful solvent of the society of the old regime and will also create new solidarities."
La historiografía de las últimas décadas nos ha mostrado que la Independencia de México fue un proceso histórico muy complejo, en el cual intervinieron muchos factores. Como lo ha planteado François Xavier Guerra, la Independencia de México -y en general de la América hispana- presentó por lo menos tres grandes dimensiones: la primera supone a la Independencia como la búsqueda de un nuevo estatuto político, en donde la América española deja de depender políticamente de la metrópoli. La segunda dimensión refiere el proceso independentista como una época revolucionaria, de revolución política y cultural, en donde triunfa el constitucionalismo liberal en todo el mundo hispánico con el nacimiento de la soberanía popular como principio de legitimidad. El carácter revolucionario de estos cambios fue evidente en todos los actores de la época, tanto para sus partidarios como para sus adversarios. Una última dimensión señala a la Independencia como una vasta conmoción social que pone en movimiento una multitud de actores sociales y políticos, con una amplitud y simultaneidad sin equivalente en otras épocas históricas. Parte de esa dimensión son los movimientos sociales, como los de Hidalgo y Morelos en Nueva España y otros en la actual Latinoamérica, en los que intervienen varios grupos étnicos, criollos y peninsulares. La guerra se convierte en un fenómeno social endémico y aparecen nuevos actores sociales (ejércitos, guerrillas, montoneros y bandas armadas de todo tipo) y con ellos jefes militares y caudillos, y cuyo peso como actores políticos será cada vez mayor, pues, como lo comenta Guerra: “la guerra será también un poderoso disolvente de la sociedad del antiguo régimen y creará también nuevas solidaridades”.