In the year 1926, the then President of the Republic Plutarco Elías Calles promulgated the Law amending the Penal Code for the Federal District and Territories, on common law crimes and crimes against the Federation, in matters of religious worship and external discipline, as well known as the “Street Law”. A compendium of thirty-three provisions through which it was sought regulated religious life and public worship in the country. These dispositions exacerbated the spirits of Catholics identified with social Catholicism, and grouped around the Catholic Association of Mexican Youth (ACJM), the Union of Catholic Ladies, the Knights of Columbus and the National League for the Defense of Religious Liberty ( LNDLR), who assumed peaceful resistance through a series of protests, the economic boycott and the suspension of public worship on July 31 of the same year, with the aim of putting pressure on the authorities to repeal the callista law. Once all peaceful means had been exhausted, in some dioceses of the country the Catholics chose to take the path of violence, unleashing the armed struggle known as the Cristiada or Rebellion of the Cristeros, which would be "controlled" three years later with the signing of the "Arrangements" of June 1929, agreed between President Emilio Portes Gil and the representatives of the Mexican Episcopate. The Cristiada was a phenomenon of great importance in areas that were characterized by having an enormous Catholic influence, where the majority of the population identified with some religious icon, or their life revolved around Christian teachings.
En el año de 1926, el entonces presidente de la república Plutarco Elías Calles promulgó la Ley reformando el Código Penal para el Distrito y Territorios Federales, sobre delitos del fuero común y delitos contra la Federación, en materia de culto religioso y disciplina externa, también conocida como la “Ley Calles”. Un compendio de treinta y tres disposiciones mediante las cuales se buscaba reglamentaba la vida religiosa y el culto público en el país. Estas disposiciones exacerbaron los ánimos de los católicos identificados con el Catolicismo social, y agrupados en torno a la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), la Unión de Damas Católicas, los Caballeros de Colón y la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR), quienes asumieron la resistencia pacífica a través de una serie de protestas, el boicot económico y la suspensión del culto público el 31 de julio del mismo año, con el objetivo de presionar a las autoridades a derogar la ley callista. Una vez agotados todos los medios pacíficos, en algunas diócesis del país los católicos optaron por tomar el camino de la violencia, desatándose la lucha armada conocida como Cristiada o Rebelión de los cristeros, misma que sería “controlada” tres años después con la firma de los “Arreglos” de junio de 1929, pactados entre el presidente Emilio Portes Gil y los representantes del Episcopado mexicano. La Cristiada fue un fenómeno de gran trascendencia en zonas que se caracterizaron por poseer una enorme influencia católica, en donde la mayoría de la población se identificaba con algún icono religioso, o su vida giraba en torno a las enseñanzas cristianas.
