The philosophy, in a very general way, he/she has had as one of their main objectives the one of the human being's knowledge: to be able to answer fully to the question that interrogates on the human being's being, about their essence. But, like it is evident, an enormous one exists diversity in ways of knowing to that generic entity; situation that returns problematic in me par excellence carry to an extreme the ontologic question. The quibblers, in the century V to. And., they make change the focus of the Greek thought that them it preceded; the turn 1 .el principle (arché) of all the goes of the general environment of the nature sew to that of the human being like fundamental concern. Not very late and with base in the one renamed aphorism "Knows you to yourself", Socrates overcomes the current, if we can to name her, humanist of the quibblers and he/she prepares, with methodological foundations ("scientific" according to Aristotle), the road for the metaphysics and the being's sustancialización. The search of the conceptual outline that represented the more ones faithfully to the human being whose qualities were those of staying in all moment like an unitary entity, complete, immovable, true and universal he/she met with the irrefutable evidences of the multiplicity, ambiguity, changeability, uncertainty, contingency and specificity of the daily person, that that is caught in a to become constant that the enfila toward an ineluctable end: the death, no-being or leave-of-being, the finitude. Plato divided, irreconcilably, to the human being in two sectors: soul and body. It condemned a second for impure, imperfect, to be an obstacle so that the soul it perceived the truth. The earthly thing, the sensorial thing, they were stigmata that the soul should abandon in their search of the fullness of the pure thing, of the essence of the things: the Ideas.
La filosofía, de manera muy general, ha tenido como uno de sus principales objetivos el del conocimiento del ser humano: poder contestar plenamente a la pregunta que interroga sobre el ser del ser humano, sobre su esencia. Pero, como es evidente, existe una enorme diversidad de formas de conocer a ese ente genérico; situación que vuelve problemática en extremo la pregunta ontológica por excelencia. Los sofistas, en el siglo V a. E., hacen cambiar el foco del pensamiento griego que les antecedía; el giro va del ámbito general de la naturaleza 1 —el principio (arché) de todas las cosas— al del ser humano como preocupación fundamental. No muy tarde y con base en el renombrado aforismo «Conócete a ti mismo», Sócrates supera la corriente, si podemos nombrarla, humanista de los sofistas y prepara, con cimientos metodológicos (“científicos” según Aristóteles), el camino para la metafísica y la sustancialización del ser. La búsqueda del esquema conceptual que representara lo más fielmente al ser humano cuyas cualidades fueran las de mantenerse en todo momento como una entidad unitaria, completa, inamovible, verdadera y universal se topaba con las irrefutables evidencias de la multiplicidad, ambigüedad, mutabilidad, inestabilidad, contingencia y especificidad de la persona cotidiana, aquella que se encuentra atrapada en un devenir constante que la enfila hacia un fin ineluctable: la muerte, el no-ser o dejar-de-ser, la finitud. Platón escindió, irreconciliablemente, al ser humano en dos sectores: alma y cuerpo. Condenó al segundo por impuro, imperfecto, por ser un obstáculo para que el alma percibiera la verdad. Lo terrenal, lo sensorial, eran estigmas que el alma debía abandonar en su búsqueda de la plenitud de lo puro, de la esencia de las cosas: las Ideas.
