Currently it is almost impossible to think the idea of living without electricity. Since the beginning of last century, development and technological advancement of society have become virtually dependent on electricity to the point that progress, comfort and quality of human life would be difficult to conceive without it. However, as with the use of almost any other form of natural energy for human well-being, paradoxically, Nature has shown us that such use is not without risks and side effects necessarily ecological impact on the environment natural environment, changing it in the best and deteriorating it in the worst. It is therefore entirely logical to assume that humans, being a biological entity and integral part of the same nature, there is not exempt from the influence it occur by environmental changes. Apparently, the paradox cost-benefit to man is always presented as an inevitable consequence in most of technological advances. It is conceivable that the chaotic global impact would a day without the ability to use electrical power to stop thinking about the entire industries of all kinds and as a result, lack of benefits and conveniences that electricity provides. This heavy dependence makes us implicitly assume that power has become an indispensable human right. But as already it stated above, almost all progress has a price, and what is the social, environmental or biological price to pay for power ?. Apparently, it is difficult for such a price you can measure or calculate precisely with equations or a computer model. However,
Actualmente es casi imposible pensar la idea de vivir sin la energía eléctrica. Desde el comienzo del siglo pasado, el desarrollo y el avance tecnológico de la sociedad se han hecho prácticamente dependientes de la electricidad a tal punto, que el progreso, la comodidad y la calidad de vida del ser humano serían difíciles de concebir sin ella. Sin embargo, igual que ocurre con el uso de casi cualquier otra forma de energía natural para el bienestar del ser humano, paradójicamente, la Naturaleza nos ha demostrado que ese uso no está exento de riesgos y de efectos ecológicos secundarios que necesariamente repercuten en el medio ambiente natural, cambiándolo en el mejor de los casos y deteriorándolo en el peor de ellos. Resulta entonces completamente lógico suponer que el ser humano, siendo una entidad biológica y parte integral de la misma Naturaleza, no queda exento tampoco de la influencia que en él se produzcan por los cambios del medio ambiente. Aparentemente, la paradoja costo-beneficio para el hombre se presenta siempre como una consecuencia inevitable en la gran mayoría de los avances tecnológicos. Es imaginable el impacto caótico que a nivel mundial tendríamos con un solo día sin la posibilidad de usar la energía eléctrica al pensar en el paro completo de las industrias de toda índole y como consecuencia, carecer de los beneficios y comodidades que la electricidad nos proporciona. Está marcada dependencia nos hace suponer implícitamente que la energía eléctrica se ha convertido en un bien indispensable para el ser humano. Pero como ya se expresó anteriormente, casi todo progreso tiene un precio, ¿y cuál es el precio social, ambiental o biológico que se debe pagar por la energía eléctrica? Aparentemente, es difícil que tal precio se pueda medir o calcular de manera precisa con ecuaciones o con un modelo computacional.
