The revolutionary process initiated in 1910 allowed during the decades of the twenties and thirties of the century a series of regional leaders who over time came to hold power in their respective areas of influence. Due to the political instability that prevailed in the country, this was sharpened in a power struggle, both central and regional. After the armed movement that initiated Francisco I. Madero and after his death, the revolts by nonconformities against the government were common. A fundamental aspect that affected political and social stability was the conflict between the State and the Church, which began when the government placed restrictions on the performance of cults and respectively limited the number of priests, based on the Political Constitution of 1917. These actions were based on article 130, which specified the interference of the State in religious matters. In 1929 an agreement was reached between the two parties (State-Church) to end the violence; But in some regions of the country the promotion of anticlericalism continued very radically until the 1930s; Although the so-called Cristero War from 1926 until 1929 was already over. As a result of these conflicts some political and military leaders consolidated their regional power in an extraordinary way, masked under the discourse of freedom, the struggle for the peasants and the working class, as well as the social welfare of their entity. All this through the social reforms that were implemented in each of the regions, as well as at the federal level. The support to the peasants with the distribution of the lands to be cultivated and that could subsist of the agriculture was emphasized, since previously the landowners had in his power more than half of the land of the country.
El proceso revolucionario iniciado en 1910 permitió que durante las décadas de los años veinte y treinta del siglo surgieran una serie de líderes regionales, que con el transcurrir del tiempo llegaron a ostentar el poder en sus respectivas zonas de influencia. Debido a la inestabilidad política que imperaba en el país, esto se agudizó en una lucha de poder, tanto central como regional. Después del movimiento armado que inició Francisco I. Madero y posterior a su muerte, las revueltas por inconformidades contra el gobierno fueron comunes. Un aspecto fundamental que afectó la estabilidad política y social, fue el conflicto entre el Estado y la Iglesia, que inició cuando el gobierno puso restricciones a la realización de cultos y respectivamente limitó el número de sacerdotes, tomando como base la Constitución Política de 1917. Estas acciones se sustentaron en el artículo 130, en el que se especificaba la injerencia del Estado en materia religiosa. En 1929 se llegó a un acuerdo entre las dos partes (Estado-Iglesia) para terminar con la violencia; pero en algunas regiones del país la promoción del anticlericalismo seguía adelante de forma muy radical hasta los años treinta; aunque la llamada Guerra Cristera de 1926 hasta 1929 ya había terminado. A raíz de estos conflictos algunos líderes políticos y militares, consolidaron su poder regional de una manera extraordinaria, enmascarado bajo el discurso de la libertad, la lucha por los campesinos y la clase obrera, así como el bienestar social de su entidad. Todo esto través de las reformas sociales que ponían en marcha en cada una de las regiones, así como a nivel federal. Se recalcaba el apoyo a los campesinos con el reparto de las tierras para ser cultivadas y que pudieran subsistir de la agricultura, ya que con anterioridad los terratenientes tuvieron en su poder más de la mitad de la tierra del país.
