In this paper, our intention is to approach the study of the market in a colonial reality; The one of the New Spain of century XVIII, from the case of the regional set of the michoacano east, constituted by three local markets: Zitácuaro, Maravatío and Tlalpujahua. In principle, placing such a concept in such a temporality would seem an anachronism, since it is usually established that it is a concept suitable only for the analysis of modern economies. However, this is not so. The market was already in the thinking of mercantilists, physiocrats and first liberals; Such is the case of Adam Smith. In the case of mercantilist thought, it was advocated by an idea of ??the market, mainly foreign, as a way to increase the wealth of the States, which in the seventeenth and eighteenth centuries were being formed or in full consolidation. For mercantilists, it was circulation, the sphere where value and wealth were created and, therefore, the most relevant part of the economic phenomenon. Such were the predominant ideas in eighteenth-century Spain and its colonies in America. In these spaces and in that temporality, commerce and traders were the two key axes of political economy, which articulated the European products, with the American silver which, in extraordinary amounts, stimulated a series of changes that already took place In Europe from centuries ago. However, if such an idea as it were written, it was not strange to the thought, nor to the economic practice of the eighteenth century, if it was as a concept as far as the historical study of the colonial economies is concerned, at least for a good part of the previous century .
En este trabajo, nuestra intención es abordar el estudio del mercado en una realidad colonial; la de la Nueva España del siglo XVIII, a partir del caso del conjunto regional del oriente michoacano, constituido por tres mercados locales: Zitácuaro, Maravatío y Tlalpujahua. En principio, el situar dicho concepto en una temporalidad así, parecería un anacronismo, en función de que se suele establecer que se trata de un concepto apto sólo para el análisis de las economías modernas. No obstante, esto no es así. El mercado, estuvo ya en el pensamiento de mercantilistas, fisiócratas y primeros liberales; tal es el caso de Adam Smith. En el caso del pensamiento mercantilista, se propugnó por una idea del mercado, sobre todo exterior, como vía para incrementar la riqueza de los Estados, que en los siglos XVII y XVIII se estaban formando o en plena consolidación. Para los mercantilistas, era la circulación, la esfera donde se creaba el valor y la riqueza y, por tanto, la parte más relevante del fenómeno económico. Tales eran las ideas predominantes en la España del siglo XVIII y de sus colonias en América. En estos espacios y en dicha temporalidad, el comercio y los comerciantes fueron los dos ejes claves de la economía política, los cuales articularon los productos europeos, con la plata americana la cual, en cantidades extraordinarias, dinamizó una serie de cambios que ya tenían lugar en Europa desde siglos atrás. Empero, si tal idea como se comenta, no fue extraña al pensamiento, ni a la práctica económica del siglo XVIII, si lo fue como concepto en lo que al estudio histórico de las economías coloniales se refiere, al menos en buena parte del siglo anterior.