The mobilization involved in each electoral process and the subsequent calm are phenomena that have always caused me a deep curiosity. That is to say, whenever elections are coming, whether federal or local, there is a great political activity. Candidates that we have never heard of come suddenly offering a unique and almost miraculous solution to problems that have been afflicting the community for some time. The streets are filled with colorful banners on the so-called "electoral party" each glittering with the image of a candidate or a political party. They come to our homes, ask about our health, community problems and even even offer vaccines for pets. After the first Sunday of July of the year of the election comes the relative calm. The fences return to a single color, the pennants are removed from the streets and, in many cases, the elected candidate as well. Reflecting on this, and taking into consideration the environment in which I live, led me to what I considered the point of origin of the electoral campaigns. In a representative democracy, it is assumed that the political parties and their candidates propose a plan of government to the voters, so that through it they can forge an idea of ??the panorama that awaits them in case they choose them. The document by which they carry out this action is the electoral platform through which political parties present a series of proposals under different thematic axes that are of social interest. The electoral platform is based on the principles of each party, which gives it the hallmark. The dissemination of the electoral platform must be precisely through electoral campaigns.
La movilización que implica cada proceso electoral y la calma posterior, son fenómenos que siempre me han causado una profunda curiosidad. Es decir, siempre que se avecinan elecciones, ya sean federales o locales, se produce una gran actividad política. Candidatos de los que en ocasiones nunca habíamos escuchado se presentan de repente ofreciendo una solución única y casi milagrosa para problemas que han venido aquejando a la comunidad desde tiempo atrás. Las calles se llenan de banderines de colores en la llamada “fiesta electoral” cada uno reluciente con la imagen de algún candidato o de un partido político. Pasan a nuestras casas, preguntan por nuestra salud, los problemas comunitarios e incluso hasta ofrecen vacunas para las mascotas. Después del primer domingo de julio del año de la elección viene la relativa calma. Las bardas vuelven a un solo color, los banderines son retirados de las calles y, en muchas ocasiones, el candidato electo también. Reflexionar al respecto, y tomando en consideración el entorno en el que vivo, me llevó a lo que consideré el punto de origen de las campañas electorales. En una democracia representativa es de suponer que los partidos políticos y sus candidatos propongan un plan de gobierno a los electores, para que a través del mismo se puedan forjar una idea del panorama que les avecina en caso de que los elijan. El documento por el que llevan a cabo esta acción es la plataforma electoral a través de la cual los partidos políticos presentan una serie de propuestas bajo distintos ejes temáticos que son de interés social. La plataforma electoral se basa en los principios de cada partido, lo que le da el sello distintivo. La forma de difusión de la plataforma electoral debe ser precisamente a través de las campañas electorales.
