Friedrich Nietzsche told his contemporaries that God lay dead within modern Western culture: "Where God is gone ...I'll tell you! We killed him ...”. This cry was making awareness of a reality that had started from the bowels of modernity that drove right about the other dimensions of man, which gradually came to become an instrumental reason, brewing the great philosophical systems and positive - ideological pragmatists , who refused , subtly or overtly , truthfulness and reality described in the great stories , myths and religions. As a result of this historic course named as nihilism, the supersensible was denied and recognized as superfluous, declaring emancipation of man from the divine. The certitude bienfaisante , the beneficent certainty of A. Gehlen4 talking , which acts as a support, as stabilizers powers to men, giving certainties and objectives, was diluted to display a primitive feature of the contemporary individual named Nietzsche , trying to define the man is an animal not fixed . This desarropo man meant, in any way, denial of a culture that turns against itself to hold a civilized rationality that has forged with the most accurate thought, and has given birth to the greatest scientific and technical disciplines. But the individual and their basic needs were gradually diminishing to the point of being completely denied. Therefore, the excess of modern Western culture stands on the ruins of the truths with which a man lives , consoles and give meaning ; the individual loses value to feel powerless to achieve goals considered sold out , as unity, the absolute , justice , goodness , immortality.
Friedrich Nietzsche declaró a sus contemporáneos que Dios yacía muerto en el interior de la cultura occidental moderna: “¿Dónde se ha ido Dios?… ¡os lo voy a decir! ¡Lo hemos matado...!”. Este grito fue la toma de consciencia sobre una realidad que había iniciado desde las entrañas de la modernidad, que impulsó a la razón sobre las demás dimensiones del hombre, la cual paulatinamente llegó a devenir en una razón instrumental, gestando a los grandes sistemas filosóficos e ideológicos positivo-pragmáticos, los cuales negaban, sutil o abiertamente, la veracidad y realidad descrita en los grandes relatos, mitos y religiones. Como consecuencia de este transcurso histórico nombrado como nihilismo, lo suprasensible fue negado y reconocido como superfluo, declarándose una emancipación del hombre respecto de lo divino. La bienfaisante certitude, la certeza bienhechora de la que habla A. Gehlen4, que funge como soporte, como poderes estabilizadores para los hombres, que dan certezas y objetivos, se fue diluyendo para mostrar una característica primigenia del individuo contemporáneo que Nietzsche nombraba, al tratar de definir al hombre: es un animal no fijado. Este desarropo del hombre significó, en alguna forma, la negación de una cultura que se vuelca contra sí misma al ostentar una racionalidad civilizada que se ha forjado con el pensamiento más certero, y que ha dado a luz a las más grandiosas disciplinas científicas y técnicas. Pero el individuo y sus necesidades fundamentales fueron mermando poco a poco, hasta el punto de ser completamente negadas. Por ello, el exceso de la cultura moderna occidental se alza sobre las ruinas de las verdades con las que un hombre vive, se consuela y le dan sentido; el individuo pierde valor al sentirse impotente en alcanzar metas consideradas ya agotadas, como la unidad, el absoluto, la justicia, la bondad, la inmortalidad.
